Consejos para comprar el mejor portatil en 2018

Dar con el ordenador portátil que mejor se adecua a nuestras necesidades no es trivial. El mercado está repleto de fabricantes en los que merece la pena que nos fijemos por la calidad de sus productos. Y, además, el catálogo de cada uno de ellos suele estar repleto de propuestas interesantes. Esto es muy bueno porque tenemos un abanico muy amplio de opciones entre las que podemos elegir. Pero, a la par, el proceso de selección puede abrumar ante tanta diversidad y equipos a priori atractivos.
El objetivo de este artículo es, precisamente, ayudaros a encontrar el ordenador portátil que estáis buscando. Pero para hacerlo es crucial que antes de empezar a indagar cada uno de vosotros identifique sus necesidades. Como vamos a ver, el abanico de opciones es lo suficientemente amplio como para que sea el portátil el que se adapte a nosotros y no tengamos que conformarnos con unas pocas categorías, que es lo que sucedía hace unos años, antes de la llegada de los auténticos equipos para gaming, los ultraligeros, los «dos en uno» y los convertibles.

Empiezan los desafíos: así es como podemos organizarlos

El primer reto al que nos enfrentamos a la hora de organizar esta guía es la necesidad de clasificar los ordenadores portátiles. Podemos utilizar varios criterios, pero, dado que lo que realmente nos interesa es encontrar la opción idónea por su afinidad con el uso que le vamos a dar, lo más razonable es que nuestro punto de partida sean dos grandes categorías: equipos para jugones, que, ante todo, van a ser utilizados en un escenario lúdico, y portátiles de propósito general.
Una primera forma de clasificar los ordenadores portátiles requiere dividirlos en equipos para jugar y propuestas de propósito general
Esta última categoría no aglutina únicamente los equipos con vocación profesional, sino también aquellos que queremos utilizar para ejecutar aplicaciones ofimáticas, crear y manipular todo tipo de contenidos, y navegar en Internet, pero en casa. Por esta razón, aquí tienen cabida todos los ordenadores portátiles que no van a ser utilizados para aplicaciones estrictamente lúdicas. Aunque, como veremos más adelante, muchos de ellos nos permitirán jugar de forma ocasional.
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Es evidente que esta segunda categoría puede transformarse en un «cajón de sastre» debido a que aglutina varios tipos de equipos. Por esta razón, me parece una buena idea que definamos un criterio de clasificación adicional, y dadas las circunstancias nos interesa que esté identificado por las características físicas de los portátiles.
De esta forma, dentro de la categoría de ordenadores de propósito general nos toparemos con los ultraligeros (ultrabooks), los convertibles, los «dos en uno» y, cómo no, también con los portátiles convencionales que no encajan en ninguna de estas tres últimas tipologías.

No te la juegues con tu próximo portátil para juegos

Los juegos, especialmente los de última hornada, son muy exigentes con el hardware. Para «correr» con una cadencia de imágenes sostenida de al menos 60 FPS, que es a lo que todos los jugones aspiramos, suele ser necesario contar con una CPU rápida, una GPU potente bien arropada por una amplia y veloz memoria local, mucha memoria principal, y también un disco duro ágil. Como veis, el equipo tiene que ser, ante todo, equilibrado.
El objetivo es ambicioso: sostener una cadencia de 60 FPS con la máxima calidad de imagen a la resolución elegida
Este nivel de exigencia provoca que su precio a menudo sea elevado, por lo que, y aquí viene el primer impacto con la realidad, no es fácil encontrar un portátil gaming mínimamente capaz por debajo de los 1.000 euros. Y con «mínimamente capaz» me refiero a un ordenador que pueda mover títulos de última hornada a 1080p, con la máxima calidad de imagen y con una cadencia media no inferior a 60 FPS. Quizás encontréis alguno por debajo de ese precio, pero difícilmente estará muy por debajo, y, además, es posible que su configuración asuma algunos sacrificios.
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Pero todo esto tiene un lado bueno: a un portátil para juegos «de pura raza» no suele resistírsele ningún escenario de uso. Esto quiere decir que su hardware relativamente puntero nos permitirá utilizarlo para prácticamente cualquier cosa. Podremos editar vídeo, retocar fotografías, modelar gráficos en 3D, y, por supuesto, programar, ejecutar aplicaciones ofimáticas y navegar por Internet, entre otras opciones. No está mal, ¿verdad?

La pantalla

Este es, sin duda, uno de los componentes más importantes de un equipo para juegos. Y lo es porque la calidad de la pantalla condiciona nuestra experiencia. Para averiguar qué va a ofrecernos la pantalla del portátil en el que nos hemos fijado tenemos que prestar atención, sobre todo, a tres parámetros: su resolución, su tiempo de respuesta y su frecuencia de refresco.
La calidad de la pantalla de nuestro portátil para gaming condiciona mucho nuestra experiencia
El segundo de estos valores refleja el tiempo invertido por un píxel del panel en cambiar el color que está emitiendo, y si es demasiado elevado puede provocar que aparezca un molesto desenfoque de movimiento (motion blur). Este problema suele manifestarse como halos y bordes poco definidos cuando el panel muestra imágenes en movimiento, algo que afecta negativamente a nuestra percepción de la nitidez. Lo ideal es que el tiempo de respuesta de la pantalla de nuestro ordenador portátil para juegos sea inferior a 5 ms, algo, afortunadamente, bastante habitual en los equipos para gaming.
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Los otros dos parámetros, la resolución y la frecuencia de refresco, deben ir de la mano de la GPU del equipo. De poco nos sirve, ciñéndonos al ámbito que nos ocupa, el de los videojuegos, tener un portátil equipado con un panel 4K UHD si la GPU no tiene potencia suficiente para alcanzar una tasa de imágenes estable, y, a ser posible, cercana a los 60 FPS a esa resolución. Al final acabaremos jugando a 1080p y recortando la calidad de imagen. Por esta razón, las características del panel deben ir en consonancia con las prestaciones que nos ofrece la GPU.
Si queremos jugar a 4K UHD tenemos necesariamente que hacernos con un portátil con una GPU GeForce GTX 1070, o, mejor aún, con una o dos GeForce GTX 1080
Para jugar a 4K UHD necesitamos contar con un procesador gráfico ambicioso, como los GeForce GTX 1070 y 1080 de NVIDIA, o equivalente de AMD, que montan muchos portátiles para juegos actualmente. Si nuestro presupuesto no es demasiado generoso es probable que tengamos que conformarnos con un equipo con panel Full HD y una GPU GeForce GTX 1060 o similar. Eso sí, la buena noticia es que un equipo bien diseñado puede ofrecernos una experiencia fantástica al jugar a 1080p. No es imprescindible hacerlo a 4K UHD para disfrutar.
En lo que concierne al refresco nos toparemos habitualmente con paneles de 144, 120 y 60 Hz. Una velocidad de actualización más alta permite al panel restituir una mayor cantidad de imágenes en un segundo, lo que dota al movimiento de una mayor continuidad y suavidad. Pero de poco sirve tener un panel de 144 Hz si la GPU es incapaz de superar los 60 FPS al renderizar los gráficos de nuestros juegos.
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Esta es la razón por la que la frecuencia de refresco del panel debe ir en consonancia con las características de la GPU. Muchos jugones consideramos que la tasa de imágenes por segundo incide de una forma más clara en nuestra experiencia que la resolución (siempre y cuando tomemos como punto de partida los 1080p), por lo que suele ser preferible adaptar esta última y la calidad de imagen de manera que nos permitan obtener una mayor cadencia de FPS, y, así, sacar más partido al refresco nativo de nuestro panel.
En lo que concierne a la tecnología utilizada en la fabricación del panel los más habituales en los portátiles gaming de última generación son los LCD IPS debido a que son los que proporcionan la mejor calidad de imagen global, y, además, su tiempo de respuesta se ha reducido muchísimo durante los últimos años. Pero también podemos encontrar algunos equipos con panel VA o TN si nos decantamos por un ordenador de gama de entrada.
Un último apunte: si vais a utilizarlo de vez en cuando para jugar en exteriores, fijaos en que el panel cuente con cobertura antirreflejos. De lo contrario los reflejos de la pantalla podrían transformar vuestra experiencia en un suplicio.

El microprocesador

La mayor parte de los ordenadores portátiles para gaming que podemos encontrar actualmente en el mercado incorpora un microprocesador Intel Core i5, si es un equipo de las gamas de entrada o media, o Intel Core i7, si pertenece a las gamas media/alta o alta. Estas dos familias de procesadores son perfectamente válidas para jugar, aunque entre unos modelos y otros, tanto si pertenecen a distinta familia como a la misma, puede haber diferencias importantes que se materializan en las frecuencias de reloj base y máxima, la cantidad de núcleos, el número de hilos de ejecución (threads), el tamaño del subsistema de memoria caché de tres niveles y el TDP (Thermal Design Power), que condiciona sensiblemente la autonomía del equipo.
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AMD también tiene microprocesadores muy interesantes para ordenadores portátiles, como son los que forman parte de las familias Ryzen y Ryzen PRO con lógica gráfica Radeon Vega. Sin embargo, se prodigan muy poco en las máquinas para gaming. En cualquier caso, a la hora de decantarnos por un portátil con una CPU en particular nos interesa saber que en el ámbito de los juegos la frecuencia de reloj tiene una incidencia más clara en el rendimiento que el número de núcleos. Esto se debe a que el código de los juegos que se ejecuta en la CPU no es altamente paralelizable, por lo que, una vez que tenemos cubierto un mínimo de núcleos, que hoy en día yo estimaría en cuatro, nos interesa apostar por aquel chip que nos ofrece una frecuencia de reloj máxima más alta.
Los procesadores Intel Core i7 abundan en las máquinas para gaming de las gamas media y alta
Ciñéndonos a Intel, dado que es la marca por la que apuestan la mayor parte de los fabricantes de equipos para gaming, podéis veros en la tesitura de tener que elegir entre un chip Core i5 o uno Core i7. O, incluso, por uno de sus nuevos Core i9. Estos últimos son los que tienen las especificaciones más ambiciosas, pero también suelen ser más caros, por lo que tienen un impacto en el coste del PC. Por esta razón, lo que nos interesa es comparar las características de los microprocesadores integrados en los portátiles que nos gustan, y no decantarnos por uno de ellos a la ligera.
La comparación de las frecuencias de reloj y los subsistemas de memorias caché es muy simple. Más es mejor. Aquí no cabe duda. Sin embargo, cuando entramos en el terreno de los núcleos y los hilos de ejecución, la elección se complica. Solo los chips Core i5 de séptima generación con dos núcleos y los de octava generación con cuatro núcleos incorporan la tecnología Hyper-Threading, por lo que son capaces de procesar dos hilos de ejecución por núcleo físico. Los demás procesadores Core i5 carecen de ella, por lo que solo pueden procesar un thread en cada núcleo físico.
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Por otro lado, todos los microprocesadores Core i7, tanto los de séptima como los de octava generación, cuentan con la tecnología Hyper-Threading, por lo que pueden procesar el doble de hilos de ejecución que núcleos físicos tengan. Sin embargo, en el porfolio de Intel hay chips Core i7 de séptima generación con dos núcleos físicos y cuatro lógicos. Si tropezamos con una máquina que tiene uno de estos procesadores podría ser más interesante que nos decantemos por otra equiparable con procesador Core i5 con cuatro núcleos físicos, aunque sea de séptima generación y carezca de la tecnología Hyper-Threading.
Este ejemplo es poco probable porque los Core i7 con dos núcleos no resultan atractivos en una máquina para gaming. Aun así, es interesante que lo contemplemos porque ilustra lo complicado que es el porfolio de Intel actualmente, dado que, además, en él conviven dos generaciones de productos, y lo importante que es mirar con calma las características de la CPU de los portátiles que nos interesan.

El procesador gráfico

A la hora de elegir los chips gráficos que van a integrar en sus portátiles para gaming los fabricantes de equipos apuestan mayoritariamente por NVIDIA. Y es que es evidente que en esta gama de ordenadores son esta última empresa e Intel, en el terreno de los microprocesadores, las que se llevan «el gato al agua». Un buen punto de partida a la hora de elegir la GPU que deberá tener nuestro próximo ordenador portátil para juegos consiste en determinar la resolución a la que queremos jugar y la cadencia de imágenes por segundo que queremos disfrutar.
Para jugar a 1080p podemos optar por las GPUs GeForce GTX 1050, 1060 y 1070 de acuerdo con nuestras exigencias y presupuesto
Todos los portátiles que se comercializan desde hace varios años incorporan una salida HDMI que nos permite enviar la señal de A/V a nuestro televisor, aunque si decidimos hacerlo nos veremos obligados a aceptar las limitaciones impuestas, por un lado, por la norma HDMI de los enlaces del portátil y la tele, y, por otro, por el refresco del panel de esta última. En cualquier caso, lo interesante es saber con cierta precisión qué podemos esperar de cada uno de los procesadores gráficos de la serie GeForce GTX 10 de NVIDIA, que es por la que apuestan mayoritariamente los fabricantes de portátiles para gaming hoy en día.
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Si nuestra intención es jugar a 1080p podemos fijarnos en tres familias de procesadores gráficos: las GeForce GTX 1050, 1060 y 1070. Los portátiles equipados con una GPU GeForce GTX 1050 nos permiten jugar a 1080p, pero con cadencias medias de imágenes por segundo que en juegos exigentes quedarán claramente por debajo de los 60 FPS. Un portátil equipado con una GPU GeForce GTX 1060 pone en nuestras manos la posibilidad de jugar a 1080p y con la máxima calidad de imagen con cadencias que en muchos juegos se situarán en la órbita de los 60 FPS, por lo que, en principio, es una opción más apetecible que una GPU GTX 1050.
Y si lo que queremos es jugar a 1080p con cadencias medias por encima de los 60 FPS con la máxima calidad de imagen, y con caídas que en prácticamente ningún caso bajarán más allá de los 30 FPS, la opción idónea es una GPU GeForce GTX 1070. Este procesador gráfico también es perfectamente válido para jugar a 1440p con cadencias medias que con frecuencia se situarán en torno a los 60 FPS. E incluso a 4K UHD, aunque a esta última resolución la cadencia media se situará casi siempre en la órbita de los 30 FPS.
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La mejor experiencia de juego a 4K UHD la obtendremos, sin duda alguna, si nos decantamos por un ordenador portátil equipado con una GPU GeForce GTX 1080. O incluso con dos de estos procesadores gráficos con distribución SLI, si somos extremadamente exigentes. De una GPU GTX 1080 podemos esperar jugar a 4K UHD con cadencias medias que, con la máxima calidad de imagen, oscilarán en casi todos los títulos entre 40 y 60 FPS. Con dos GTX 1080 en SLI nos iremos a cadencias medias superiores a los 60 FPS en 4K UHD en prácticamente todos los juegos. Pero, eso sí, los portátiles que cuentan con este subsistema gráfico son carísimos, muy voluminosos (suelen integrar un sistema de refrigeración líquida) y bastante pesados.

La memoria principal

La cantidad mínima de memoria RAM que podemos admitir en un portátil para juegos de gama básica es 8 GB de tipo DDR4 (a ser posible que trabajen a una frecuencia de reloj efectiva de 2.400 MHz al menos). Una cantidad mucho más interesante es 16 GB DDR4, que es la que nos ofrecen buena parte de los fabricantes en sus propuestas de las gamas media y media/alta.
Memoria
Y si nuestro presupuesto es generoso y queremos hacernos con un portátil gaming de alta gama, que posiblemente estará equipado con una GPU GeForce GTX 1080 con 8 GB GDDR5, la cantidad idónea de RAM que debería equipar para que su configuración esté bien balanceada es 24 o 32 GB DDR4. Eso sí, es importante, como en el caso anterior, que prestemos atención a la frecuencia de reloj efectiva a la que trabajan los chips de memoria, que debería ser, al menos, de 2.400 MHz. Hablamos de velocidad efectiva porque los chips de memoria DDR se activan dos veces en cada ciclo de reloj, ante el flanco de subida y bajada de la señal, por lo que la frecuencia real de esta señal (1.200 MHz) es justo la mitad de la frecuencia efectiva (2.400 MHz).

El almacenamiento

Todos sabemos que los juegos cada vez ocupan más espacio en disco, de ahí que sea interesante disponer de un subsistema de almacenamiento secundario con una capacidad importante. Sin embargo, también sabemos que las unidades SSD nos ofrecen un rendimiento muy superior al de los discos duros mecánicos. Por esta razón, lo ideal es que nuestro ordenador portátil para gaming incorpore dos unidades de almacenamiento secundario: un disco SSD NVMe M.2 de al menos 256 GB y una unidad mecánica SATA de al menos 1 TB.
Almacenamiento
Si el disco SSD tiene 512 GB de capacidad, o más, podríamos plantearnos prescindir de la unidad mecánica. En cualquier caso, esta elección debe adaptarse a las necesidades de cada usuario y al uso que pretenda dar a su ordenador portátil, más allá del ámbito de los juegos.

El sonido

Algunos fabricantes de equipos para jugones incorporan en sus propuestas chips de audio y altavoces bastante cuidados que, con frecuencia, han puesto a punto con la ayuda de compañías especializadas en el mundo del sonido. Un buen ejemplo es MSI, que en algunos de sus portátiles de gama alta ha incorporado módulos DAC de alta calidad de ESS Technology y altavoces Dynaudio. O ASUS, que ha llevado a cabo una maniobra similar incluyendo en sus portátiles gaming más sofisticados chips DAC Sabre de ESS Technology y cuatro altavoces bajo el teclado que aprovechan las reflexiones sobre la superficie en la que colocamos el portátil para generar unos graves con más impacto y una escena sonora más amplia.
El considerable nivel de ruido emitido por los sistemas de refrigeración provoca que muchos usuarios prefieran aislarse utilizando unos buenos auriculares
Todo esto está muy bien, pero en la práctica la opción por la que nos decantamos la mayor parte de los usuarios pasa por disfrutar el sonido de nuestros juegos con unos buenos auriculares. Y tenemos una razón de peso: el sistema de refrigeración de los portátiles gaming casi siempre emite un nivel de ruido capaz de alcanzar picos entre 55 y 60 dB. Incluso más. Y tanto ruido puede enmascarar una parte del sonido de los juegos. Pero lo más grave es que, además, ese ruido constante y monótono suele provocarnos, sin que nos demos cuenta, un estrés auditivo que puede echar por tierra nuestra experiencia de juego.
Auriculares
Por esta razón, está muy bien que los fabricantes de ordenadores portátiles nos ofrezcan unos altavoces cuidados, pero, a menos que no os gusten los auriculares por la razón que sea y prefiráis usar unos altavoces dedicados, la mejor opción pasa por hacernos con unos buenos auriculares. Una última sugerencia: si os va el sonido envolvente llevado a sus últimas consecuencias, echad un vistazo a los auriculares para gaming con audio Dolby Atmos de Plantronics (el modelo RIG 400 es una chulada) y a los Dolby 7.1 de Sennheiser (como el modelo PC 373D). Son dos opciones interesantes entre los muchos auriculares atractivos que podemos encontrar actualmente en el mercado.

El sistema de refrigeración

Los fabricantes de ordenadores portátiles para gaming en raras ocasiones nos ofrecen información acerca de las características de los sistemas de refrigeración que implementan en sus equipos. Y, cuando lo hacen, normalmente se trata de datos muy superficiales que no van mucho más allá de la ubicación y el número de ventiladores con los que cuenta el portátil. Aun así, lo que realmente nos interesa a los usuarios es saber si cumplen con eficacia su cometido, y, por tanto, consiguen mantener la temperatura de los componentes críticos, especialmente la CPU y la GPU, siempre bajo control y lejos de su umbral máximo.
Refrigeracion
Desafortunadamente, la única forma que tenemos los usuarios de conocer la eficiencia del sistema de refrigeración implementado en el portátil que nos gusta pasa por consultar los análisis publicados por los medios especializados. Los fabricantes no proporcionan estos datos casi nunca, y en los equipos para juegos es una información muy relevante. Por esta razón, en nuestros análisis sí la encontraréis. De hecho, medimos la temperatura de la CPU y la GPU tanto con una carga de trabajo estándar como bajo estrés intenso con el objetivo de determinar con precisión si la refrigeración de cada equipo realmente está a la altura.

Esto es lo que te proponemos si buscas un portátil doméstico, para trabajar o estudiar

Si lo tuyo no son los juegos probablemente estarás buscando un ordenador portátil que te permita utilizar con garantías aplicaciones ofimáticas, navegar en Internet, gestionar tu correo electrónico y reproducir contenidos multimedia. Es posible, incluso, que también quieras usarlo para editar vídeo, retocar imágenes, programar o diseñar objetos en 3D, entre otros posibles escenarios de aplicación. La buena noticia es que un equipo capaz de permitirnos hacer todas estas cosas no tiene por qué ser muy caro. Aunque, eso sí, su precio estará marcado en gran medida por sus características físicas y su configuración.
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Una manera razonable de clasificar los ordenadores portátiles a la que podemos recurrir dentro de esta categoría requiere que nos fijemos en su peso. De esta forma podemos organizarlos en tres categorías: ultraligeros (pesan menos de 1,5 Kg), portátiles convencionales (pesan entre 1,5 y 3 Kg), y, por último, «portables» (cuyo peso es superior a los 3 Kg). Por supuesto, estos rangos de peso no son inamovibles, y perfectamente podrían ser matizados, pero, aun así, son útiles porque nos sirven como referencia para saber en qué categoría nos estamos moviendo.
Actualmente el mercado pone a nuestra disposición una variedad enorme de ordenadores portátiles, por lo que el reto es encontrar el que mejor resuelve nuestras necesidades
Como acabamos de ver, el peso importa porque condiciona la portabilidad de los equipos. Y, como es lógico, suele ir de la mano del tamaño del chasis del portátil (los más pesados suelen ser también los más voluminosos). Pero hay otro factor físico al que hoy en día debemos prestar atención: su diseño y la manera en que condiciona nuestra experiencia como usuarios.
En este terreno nos interesa fijarnos en tres tipos de ordenadores portátiles: los convencionales, que tienen una bisagra que nos permite desplegar la pantalla «a la vieja usanza»; los convertibles, que incorporan un mecanismo más sofisticado que nos permite utilizarlos tanto como un portátil convencional como en modo tablet; y, por último, los «dos en uno», que son una variante de la categoría anterior en la que el teclado puede separarse completamente de la pantalla para hacer posible que esta pueda utilizarse como si fuese un tablet.
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Un poco más adelante, cuando lleguemos al apartado de este artículo en el que os proponemos algunos ordenadores portátiles interesantes que podemos encontrar actualmente en el mercado, veremos propuestas que encajan a la perfección en estas categorías. Pero antes nos interesa repasar cómo su hardware debe adaptarse a nuestras necesidades para evitar que «erremos el tiro» cuando elijamos nuestro próximo portátil.

La pantalla

El primer consejo que podemos daros en lo que concierne a este componente consiste en que, al margen del uso que vayáis a dar al portátil, exijáis que su pantalla tenga, al menos, una resolución de 1.920 x 1.080 puntos (Full HD). Esto es importante porque este parámetro condiciona la cantidad de información que tenemos en pantalla, por ejemplo, cuando utilizamos una hoja de cálculo. Y, por esta razón, influye en nuestro rendimiento. Si vuestro presupuesto os permite no conformaros con un panel HD (1.366 x 768 puntos), muchísimo mejor.
Si además de para tareas ofimáticas, Internet y multimedia queréis utilizarlo para editar vídeo, retocar imágenes o realizar diseño infográfico, os vendrá bien que su resolución sea, incluso, superior al Full HD. En este terreno los paneles con resolución 4K UHD (3.840 x 2.160 puntos) tienen sentido, aunque, como cabe esperar, provocan que el precio del equipo sea sensiblemente más elevado.
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En lo que concierne a la tecnología utilizada en la fabricación del panel, sin ánimo de entrar en detalles técnicos farragosos que escapan al propósito de esta guía de compras, nos interesa recordar que la tecnología que nos ofrece la mejor calidad de imagen es IPS (In Plane Switching), junto a su variante de más alta calidad, PLS (Plane to Line Switching). Después, un paso más abajo en calidad de imagen global, tenemos los paneles VA (Vertical Alignment) en sus dos variantes más frecuentes: MVA (Multi-domain Vertical Alignment) y P-MVA (Premium MVA). Y, por último, podemos encontrar equipos económicos que integran paneles TN (Twisted Nematic), que son los que tienen la peor calidad de imagen global (aunque destacan por su reducidísimo tiempo de respuesta).
Esta clasificación es útil porque nos ofrece una visión global y bastante certera de lo que podemos esperar de una pantalla una vez que conocemos la tecnología utilizada por su panel. Pero también es una simplificación excesiva porque hay paneles VA de mucha calidad que se acercan en algunos parámetros a las prestaciones de los IPS, por lo que lo prudente es ser consciente de esta clasificación y abrazarla, pero con algunas reservas.

El microprocesador

Si tu presupuesto es comedido y solo vas a utilizar tu ordenador portátil para ofimática, navegar en Internet y reproducir contenidos multimedia, una máquina de gama de entrada equipada con un microprocesador Core i3 de Intel o una CPU Ryzen 3 de AMD con lógica gráfica Radeon Vega 6 puede resolver perfectamente tus necesidades. Pero si, además, necesitas utilizarlo esporádicamente para llevar a cabo tareas que requieren una capacidad de proceso más alta, como pueden ser la edición de vídeo o el retoque fotográfico, lo ideal es apostar por un procesador Core i5 de Intel o un Ryzen 5 de AMD con gráficos Radeon Vega 8.
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Aquellos usuarios que utilizan habitualmente su ordenador portátil para ejecutar este último tipo de aplicaciones también pueden considerar la posibilidad de irse a la gama más alta de procesadores que tienen Intel y AMD, que no son otros que los Core i7/i9 y Ryzen 7 respectivamente. Aunque existen diferencias importantes entre los chips que conforman estas familias, podemos asumir que aventajan ligeramente a sus «hermanos pequeños», los Core i5 y Ryzen 5, gracias a sus mayores frecuencias de reloj base y máxima, y también debido a que suelen contar con una caché multinivel con más capacidad.
Como cabe esperar, a medida que avanzamos en los catálogos de Intel y AMD hacia chips con un mayor rendimiento, mayor es también su precio. Y esto, lógicamente, tiene un impacto claro en el coste final de los ordenadores portátiles. De ahí que sea tan importante delimitar con precisión para qué vamos a utilizar nuestro equipo antes de elegirlo.

El procesador gráfico

Tanto Intel como, sobre todo, AMD, han implementado en las últimas generaciones de sus microprocesadores mejoras muy notables en sus lógicas gráficas. De ahí que los gráficos integrados actualmente sean capaces de resolver las necesidades de un abanico amplio de usuarios. Las últimas lógicas gráficas de Intel son muy capaces si utilizamos nuestro portátil para llevar a cabo tareas ofimáticas, reproducción multimedia, creación de contenidos, e, incluso, si utilizamos esporádicamente nuestro portátil para editar vídeo, retocar imágenes o jugar sin demasiadas exigencias.
En los ordenadores portátiles de propósito general AMD está más presente que en los equipos para gaming
Eso sí, si nos decantamos por una CPU de Intel con lógica gráfica Radeon RX Vega M, como la que incorporan algunos chips de octava generación, o bien por un microprocesador Ryzen de AMD con gráficos Radeon Vega 6, 8 o 10, sus posibilidades gráficas se amplían notablemente. Estos equipos pueden llevar a cabo sin problemas tareas que requieren un esfuerzo importante por parte de la lógica gráfica. Incluso es posible utilizarlos para jugar en condiciones relativamente exigentes, especialmente los chips Ryzen 5 y 7 con gráficos Radeon Vega 8 y 10 respectivamente.
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Los procesadores gráficos para gaming, de los que hemos hablado en la sección dedicada a los ordenadores portátiles para juegos, son la mejor opción si nos gusta jugar, y, además, lo hacemos con frecuencia. Pero si no es así la lógica gráfica integrada puede resolver nuestras exigencias perfectamente, y, además, contribuye a reducir el coste del equipo.
Aún nos queda un escenario de uso en el que no nos hemos detenido. Cabe la posibilidad de que estemos buscando una estación de trabajo portátil para llevar a cabo diseños de ingeniería, efectos especiales, animación o gráficos de una alta complejidad, si, por ejemplo, nos dedicamos al diseño profesional o somos artistas digitales, entre otras posibilidades. En este contexto es muy apetecible decantarse por un ordenador portátil equipado con una GPU de la familia Quadro M de NVIDIA porque está diseñada específicamente para arrojar un rendimiento elevado con este tipo de aplicaciones.

La memoria principal

En lo que concierne a la RAM, tal y como sucedía en los equipos para juegos, la cantidad mínima recomendable hoy en día en un escenario de uso multitarea bajo Windows 10 mínimamente exigente es 8 GB. Esta memoria se adapta bien a un escenario ofimático, de navegación en Internet y de reproducción de contenidos multimedia.
Hoy en día la cantidad mínima de RAM que debemos admitir son 8 GB, pero si queremos que el rendimiento no se resienta al ejecutar varias aplicaciones o manipular ficheros grandes es mejor optar por 16 GB, o, incluso, más
Sin embargo, si también utilizamos nuestro portátil para retocar fotografías, editar vídeo, modelar objetos en 3D, o, simplemente, para manipular ficheros de gran tamaño, nuestro punto de partida deberían ser 16 GB de RAM. De esta forma evitaremos que el sistema operativo se vea forzado a recurrir constantemente a la memoria virtual, una estrategia que penalizaría sensiblemente su rendimiento incluso aunque contemos con una unidad SSD de última hornada.

El almacenamiento

Contar con una unidad de almacenamiento secundario de estado sólido (SSD) es tan importante en los ordenadores portátiles de propósito general como en los equipos para jugones. Y lo es porque incide de una forma muy clara en las prestaciones globales de la máquina, y, por tanto, también en nuestra experiencia como usuarios. La capacidad mínima que debería tener esta unidad SSD, a ser posible con interfaz NVMe M.2, debería ser de 256 GB. Eso sí, si tiene este tamaño debería estar acompañada por un disco duro mecánico SATA de al menos 1 TB.
Las unidades SSD NVMe M.2 tienen un impacto enorme y muy positivo en el rendimiento global de los equipos
El precio de las unidades SSD se incrementa mucho a medida que optamos por una capacidad mayor, por lo que actualmente las de 512 GB suelen tener una relación coste/GB muy interesante. Que nos conformemos o no con un disco de estado sólido con esta capacidad debe depender de las aplicaciones que utilicemos y del volumen de los datos que manejamos.
Muchos equipos portátiles integran un disco SSD de pequeño tamaño (típicamente de 256 GB) y una unidad mecánica de 1 TB, pero otros se decantan por prescindir de esta última en beneficio de un SSD de 512 GB o más. En este contexto debe ser cada usuario el que valore qué opción se adecua mejor a sus necesidades. Eso sí, es interesante apuntar que si nos hacemos con un portátil que solo incorpora una unidad SSD de tamaño moderado es una buena idea recurrir a un disco duro externo o un NAS para almacenar aquellos datos a los que no necesitamos acceder de forma permanente.

Lo uses para lo que lo uses, esto tiene que tenerlo

Uno de los factores que puede limitar la vida útil de un ordenador portátil, al margen de las evidentes restricciones impuestas por la potencia de componentes esenciales como la CPU, la GPU o la RAM, es su conectividad. De ahí que podamos definir varios tipos de conexiones, tanto inalámbricas como con cable, con las que debe contar cualquier equipo hoy en día si no queremos que a medio plazo no podamos sacar partido a algunos de los periféricos que están por llegar.
En lo que concierne a la conectividad inalámbrica tanto si nos hacemos con un portátil para gaming, como si nos decantamos por una máquina que utilizaremos en un entorno doméstico, para trabajar o estudiar, debemos cerciorarnos de que incorpora una controladora WiFi compatible con la norma 802.11ac, que es la que nos ofrece la mayor velocidad de transferencia de cuantas utilizamos hoy en día (hasta 433 Mbps para cada uno de los enlaces, y algunos equipos utilizan varios simultáneamente).
Puertos
La otra tecnología inalámbrica con la que también debe contar nuestro ordenador portátil es Bluetooth 4.2. Esta norma nos ofrece una mayor velocidad al emparejar dispositivos, más seguridad, la posibilidad de utilizar Bluetooth sobre IPv6, y, sobre todo, una velocidad de transferencia dos veces y media mayor que la especificación 4.1, lo que le permite alcanzar los 32 Mbps. La norma Bluetooth v5.0 está disponible desde finales de 2016, pero aún apenas ha tenido impacto en el mercado. Eso sí, merece la pena que le sigamos la pista porque esta situación podría cambiar antes de que acabe este año.
Vamos ahora con los conectores físicos con los que debe contar nuestro ordenador portátil. Damos por hecho que el puerto RJ-45, una ranura para tarjetas SD y los pertinentes jacks para micrófono y auriculares son impepinables y están presentes en la mayor parte de los ordenadores portátiles. También es importante disponer de una salida HDMI compatible con la norma 1.4 que nos permita enviar a un televisor, un monitor o un proyector imágenes con una calidad máxima de 2160p a 30 FPS. O, mejor aún, con la norma 2.0, que alcanza los 60 FPS a 2160p.
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Por otro lado, también es interesante que nuestro portátil incorpore al menos un puerto mini-DisplayPort que nos permita conectarlo a un monitor de alto rendimiento, sobre todo si vamos a utilizarlo para jugar y queremos hacerlo con una cadencia de imágenes por segundo elevada. Y, por último, merece la pena que prestemos mucha atención a los puertos USB.
Todos los portátiles hoy en día deberían incorporar, al menos, dos puertos USB 3.1 Gen 1 (es lo mismo que USB 3.0), que son compatibles con las normas anteriores, y uno USB 3.1 Gen 2. Los enlaces USB 3.1 Gen 1 alcanzan una velocidad de transferencia máxima de 5 Gbps, una cifra muy superior a los 480 Mbps de USB 2.0. Y el enlace USB 3.1 Gen 2, por su parte, alcanza una velocidad de transferencia máxima teórica de 10 Gbps.
En lo que concierne no a la norma, sino a los conectores, no está de más contar con un puerto USB con conector de tipo C de 24 conductores porque su introducción masiva en los smartphones de última generación provocará que, a medio plazo, este conector deje obsoletos a los enlaces de los tipos A y B que hemos utilizado durante años. Además, resultan muy interesantes porque no solo pueden estar vinculados a una interfaz USB 3.1 Gen 2 de 10 Gbps, sino también a enlaces DisplayPort 1.2 y Thunderbolt 3 (hasta 40 Gbps).

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